Un nuevo descubrimiento ha reafirmado que los aztecas siempre estarán cerca de la cima de la lista de las culturas más rudas de la historia, aunque de todos modos no hubo dudas.
En 2015, un equipo de arqueólogos descubrieron una gruesa torre cilíndrica hecha de casi 700 cráneos de humanos en lo profundo del Templo Mayor, uno de los templos más grandes en la capital azteca de Tenochtitlán, que algún día se convertiría en la Ciudad de México.
Ahora, resulta que los arqueólogos solo habían tocado la superficie de este monumento mortal. La ciencia informa que el equipo ha descubierto desde entonces un coloso cráter, o tzompantli, de unos 35 metros (114 pies) de longitud y 5 metros (16 pies) de altura, tal como describieron los conquistadores españoles en sus relatos de la ciudad.
Según el diseño de la estructura, también creen que la torre del cráneo tenía un gemelo cerca, aunque todavía no la encontraron; tal como se informa en Science.
El templo, dedicado al dios de la guerra, el Sol y (por supuesto) el sacrificio humano, Huitzilopochtli, es esencialmente el sitio de los sacrificios a escala industrial. El análisis inicial sugiere que alrededor del 75 por ciento de los cráneos pertenecían a hombres sanos entre las edades de 20 y 35. Como ha sugerido una investigación previa, esto sugiere que las víctimas eran probablemente soldados. El 25 por ciento restante eran mujeres, muy probablemente esclavos y sus hijos, tal vez tomados de los asentamientos vasallos del Imperio.
«La muerte de cautivos, incluso en un contexto ritual, es una fuerte declaración política. Es una forma de demostrar el poder y la influencia política, y, algunas personas lo han dicho, es una manera de controlar su propia población», dijo John Verano, arqueólogo que se especializa en sacrificios humanos en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans.
Los individuos eran arrastrados al Templo Mayor donde los sacerdotes quitaron sus corazones que aún latían. Como los aztecas creían que el corazón era el recipiente del espíritu del individuo y la energía del Sol, el corazón removido se elevaría al cielo como una ofrenda a los dioses. Los sacerdotes luego decapitaban el cuerpo con una daga de vidrio volcánico, antes de tallar un gran agujero en el costado del cráneo y colocarlo en un estante.
La ciudad de Tenochtitlán floreció entre 1325 y 1521 d.C. cuando los conquistadores españoles llegaron y la destruyeron, junto con el Templo Mayor.
Andrés de Tapia, un soldado español que acompañó al infame conquistador Hernán Cortés en la conquista de México, habló de estas torres de cráneos y bastidores en sus entradas del diario. Según una nueva narración de la historia, los españoles contaron los cráneos y encontraron al menos 136.000 en este templo. Esto siempre se interpretó como una sobreestimación salvaje, sin embargo, este nuevo descubrimiento sugiere que podría no ser tan exagerado como se pensaba anteriormente.
Fuente: IFL