Este es el ritual de sacrificio humano más grande en la historia del mundo

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Científicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México estudiaron cientos de cráneos encontrados en la Ciudad de México, donde en la época mesoamericana se erguía la ciudad sagrada Tenochtitlan. Los aztecas creían que los sacrificios humanos alimentaban a los dioses y aseguraban la perpetuidad de la humanidad.

La revista Science publicó una actualización de la investigación sobre los rituales de sacrificio claves para el mundo espiritual del pueblo azteca, que se realizó a través del estudio de cráneos que se encontraron en 2015 debajo de una casa de época colonial en la calle Guatemala, que se encuentra detrás de la catedral de la Ciudad de México.

Los hallazgos indican que los aztecas tenían una industria del sacrificio humano tan masiva que no se compara con ninguna otra en la historia del mundo.

La cultura azteca, que se desarrolló entre los siglos XIV y XVI, realizaba sacrificios de personas y daba un tratamiento especial postmortem a los cadáveres. Según Science, los sacerdotes trabajaban con el cuerpo en un espacio específicamente dedicado al ritual para garantizar la vida y la regeneración humana.

«Colocaban el cuerpo boca arriba [y] armados con años de práctica, conocimiento anatómico detallado y cuchillas de obsidiana más afiladas que el acero quirúrgico actual», hacían una «incisión en el espacio delgado entre dos vértebras en el cuello» logrando una decapitación perfecta.

«Usando sus cuchillas afiladas, los sacerdotes cortaban hábilmente la piel y los músculos de la cara, reduciéndola a una calavera. Luego, tallaban grandes agujeros en ambos lados del cráneo y lo deslizaban sobre un grueso poste de madera que contenía otros cráneos preparados de la misma manera», se lee en la web de la revista.

Los cráneos estaban destinados a formar parte del tzompantli de Tenochtitlan: una especie de altar compuesto por enormes estantes de cráneos construido frente al Templo Mayor; una pirámide con dos templos en la parte superior, una dedicada al dios de la guerra, Huitzilopochtli, y la otra al dios de la lluvia, Tlaloc.

En Science se indica que los aztecas construyeron el tzompantli entre 1325 y 1521, en siete «fases», cada una correspondiente al reinado de un rey. «Cada fase se construyó sobre y alrededor de las anteriores, incorporando la historia del Templo Mayor dentro de ella como un conjunto de muñecas rusas de anidación», se explica.

El tamaño y el espacio de los agujeros en los cráneos permitió al equipo de expertos del INAH estimar el tamaño del tzompantli: 35 metros de largo, 12 a 14 metros de ancho, probablemente con cuatro o cinco metros de altura.

Un tzompantli representado en el manuscrito azteca del siglo XVI, el Codex Durán
Un tzompantli representado en el manuscrito azteca del siglo XVI, el Codex Durán.

Después de meses o años bajo el sol y la lluvia, el cráneo comenzaba a deteriorarse, podía perder dientes e incluso su mandíbula. «Los sacerdotes la quitarían para convertirla en una máscara y colocarla en una ofrenda, o usar mortero para agregarla a las dos torres de calaveras que flanqueaban al tzompantli», se explica en Science.

Algunos conquistadores españoles escribieron sobre el tzompantli y sus torres, y estimaron que un sólo estante podría contener 130.000 calaveras.

Sin embargo, a sabiendas «de que los conquistadores eran propensos a exagerar los horrores del sacrificio humano para demonizar la cultura» azteca, el dato fue desestimado por los historiadores y arqueólogos posteriores hasta que en 2015 los investigadores del INAH comenzaron a estudiar los 180 cráneos hallados, en su mayoría completos y miles de fragmentos de cráneo.

Los resultados indican que aproximadamente 75% de los cráneos pertenecían a hombres, la mayoría tenía entre 20 y 35 años, la edad de los guerreros, señala Science. Un 20% de los cráneos pertenecían a mujeres y 5% a niños.