Uno de los cráneos humanos más antiguos que se haya encontrado, perteneciente a «Cro-Magnon 1», se veía diferente a los cráneos de otros humanos primitivos. El hombre de mediana edad, que vivió hace 28.000 años, sufrió una gran caída en la frente y picaduras en los huesos de la cara.
Anteriormente, los investigadores pensaban que una infección por hongos podría haber causado el daño. Ahora los paleontólogos creen que una afección de la piel llamada neurofibromatosis tipo 1 puede haber sido la culpable, y la cara de Cro-Magnon 1 puede haber estado cubierta de verrugas.
En 1868, el paleontólogo Louis Lartet descubrió una calavera en un refugio rocoso en Les Eyzies, Francia. Esto se convirtió en uno de los primeros fósiles humanos jamás encontrados. Si bien la forma general del cráneo no es muy diferente a la de un hombre más moderno, los agujeros y las caídas en su cara hicieron que Cro-Magnon 1 sea único.
Sin embargo, una nueva investigación publicada en la revista The Lancet sugiere que la neurofibromatosis tipo 1, o NF1, es la culpable. Una tomografía computarizada médica y una micro tomografía computarizada mostraron detalles de estas lesiones que eran consistentes con «subcutaneous schwannomas», que son tumores benignos.
Cuando se forman estos tumores, crean «verrugas» visibles. Cuando crecen lo suficiente, pueden afectar los huesos subyacentes. De vez en cuando, afectan y dañan las estructuras faciales, como causar ceguera al obstruir los ojos.
«Su canal auditivo izquierdo también fue dañado, presumiblemente también por un tumor que había crecido», dijo el antropólogo Philippe Charlier en un comunicado. «Él los tiene en todas partes», agregó.
Este descubrimiento se produce más de 150 años después de la primera aparición del cráneo. Para ilustrar cómo podría haber lucido el hombre antiguo, un artista creó una reconstrucción forense visual de Cro-Magnon 1, con pequeñas «verrugas» (que en realidad representan tumores) y una grande en su frente. El modelo facial realista puede ser lo más cerca que podemos llegar a ver cómo era uno de nuestros antepasados, el Cro-Magnon.
La investigación ha sido publicada en The Lancet.